Un lugar donde refugiarse

 La lectura siempre ha sido una parte imprescindible de mi, un refugio. Cuando leo no existen las preocupaciones que me abordan continuamente, no tengo que agobiarme más que de la aventura que estén viviendo los protagonistas de la novela en cuestión. Leer me calma, me permite evadirme y sentir que el peso que siento sobre mis hombros se vuelva más ligero. Es como si fuese mi propia terapia, hay personas que recurren al yoga, al deporte o a la música para relajarse, yo no, yo leo. Si en algún momento del día me siento muy agobiada y parece que mis problemas y preocupaciones van a superarme, lo único que tengo que hacer es abrir un libro y sumergirme en la lectura. Durante esos preciados momentos en los que me veo viajando por los distintos mundos en los que nos sumergen los libros, me siento en paz conmigo misma. Y eso no ha cambiado desde que era pequeña.

Siempre he sido una niña muy soñadora, mi familia, en especial mis abuelos, siempre alimentaban esa imaginación que tanto me caracterizaba. Me pasé la infancia escuchando historias sobre piratas y caballeros, sobre animales parlanchines de mundos fantásticos y sobre malvados magos y valientes princesas. Cuando llegó el punto en el que aprendí a leer en el colegio, mi abuela me regaló mi primer libro. Se trataba de unas hojas impresas y escritas a ordenador por ella misma, en las que estaba escrita con todo lujo de detalles y una extensión más prolongada una de las historias que más solía contarme. A partir de ese momento fue casi una tradición que mi abuela me regalase libros todos los años. 

Al principio se trataban de libros cortitos como los del barco de vaporPupi o Junie B. JonesNo fue hasta que comencé a leer la saga de Tea Stilton, princesas del reino de la fantasía que descubrí la verdadera magia de la lectura, de como un libro puede mantenerte despierto toda la noche mientras tu te repites una y otra vez: solo un capítulo más y a la cama. A partir de ese momento fue un no parar, conocí además, a personas que adoraban la lectura tanto como yo, y gracias a sus recomendaciones, mi horizonte de lecturas se amplió, permitiéndome conocer muchos más géneros literarios de los que     leía por aquel entonces.                                       

La lectura también me ha ayudado a superar momentos difíciles de mi infancia, hubo una época en la que por algún motivo todavía desconocido, no lograba dormirme por las noches. Era capaz de tumbarme en la cama durante horas sin lograr pegar ojo hasta bien entrada la madrugada, lo que hacía que al día siguiente me sintiese terriblemente cansada. Tras probar varias cosas mi padre dio con la que finalmente fue la solución del problema: la lectura. En vista de que no era capaz de pegar ojo, lo que a su vez hacía que ellos tampoco (ya que debido al aburrimiento y el insomnio aparecía todas las noches en su cuarto para que me entretuvieran), mi padre me dió un libro y me dijo: si no vas a dormir, al menos lee esto y no molestes, y eso hice. Descubrí así que la lectura tiene un efecto como sedante en mi, pues gracias al estado de calma en el que me sumergía logré, por fin, dormirme. La necesidad de leer antes de ir a la cama sigue hasta el día de hoy dado que, incluso en la actualidad, es bastante difícil que me duerma si no leo, aunque sea, las cinco primeras palabras de un capítulo. 

Leer es una de las cosas que más me gustan en el mundo, no importa necesariamente el género es casi imposible que no disfrute, aunque sea mínimamente, de leer un libro. A pesar de ello siempre he sentido y sentiré debilidad por los libros de romance y fantasía, y no podía ser de otra forma dado que mis libros favoritos son las sagas de Harry Potter y ACOTAR.

Leyre Pueyo




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