Olga descubre la lectura

 Desde muy pequeñita me han fascinado las historias, me daba igual si eran reales o ficticias. Historias sobre cuando mis padres eran pequeños, cuentos populares, fábulas o leyendas de dragones y princesas, yo quería saberlo todo. Mi momento favorito del día era cuando mi padre me leía antes de ir a dormir, y siempre suplicaba por "sólo un capítulo más porfi". No le sorprendió a nadie en mi familia que aprendiese a leer tan pronto, porque estaba deseosa de poder pasarme el día a sola con mis historias.

En cuanto empecé a leer por mi cuenta ya no hubo quién me parase. Primero fueron los cuentos infantiles, y luego los clásicos libros de Gerónimo Stilton, Kika superbruja, Katie Kazoo y Bat Pat, para luego llegar con el tiempo a las verdaderas novelas de 800 páginas, pasando por sagas como Diario de Nicky o Harry Potter

Pasé mi infancia perdida en esos libros. Era visitante habitual de la biblioteca municipal de mi barrio, y en todos mis regalos de cumpleaños y Navidad pedía libros nuevos. Ansiaba historias nuevas, pero tampoco me importaba releer mis favoritas una y otra vez, hasta que las páginas se desgastaban. Había algunas que me sabía de memoria, cada punto y cada signo de exclamación en los diálogos.

Los libros me acompañaron también durante la adolescencia, que para mí no fue fácil, y siempre estuvieron ahí para hacerme compañía cuando no tenía amigos en clase, o quería pasar una tarde en una realidad diferente. Mi hobby fue motivo de burlas entre mis compañeros en primaria, pero al contrario de lo que algunos puedan pensar, eso no hizo que me gustasen menos, si no todo lo contrario; me hacía refugiarme más en la lectura.

Descubrí el mundo a través de los libros; cómo se suponía que debía ser la universidad, el primer amor, el tener un grupo de amigos... Ahora que soy más mayor entiendo que no hay que compararlo todo a las novelas de fantasía, porque la vida real en ocasiones te sorprende aún más, pero sigo disfrutando de una buena historia tanto como antes. 

Soy muy empática y me es muy fácil sumergirme en la historia, la vivo muchísimo. Eso ha sido motivo de preocupación para mis padres, porque no es raro encontrarme llorando desconsolada por la muerte de mi personaje favorito. A veces el disgusto puede durarme días, pero merece la pena totalmente si el libro es bueno. Hubo unos años en los que no levantaba la nariz de los libros, ni siquiera para comer, y aunque a mis padres no les hacía mucha gracia, pensaron que era mejor que que estuviese con el móvil.

Este amor por la lectura no decayó con la edad, solo aumentó exponencialmente conforme descubría diferentes géneros literarios. He de admitir que mi favorito sigue siendo la fantasía (las hadas, los elfos y brujas con poderes mágicos me pierden), pero disfruto de cualquier libro con misterio, romance, o incluso novelas históricas. 

Al aumentar la dificultad de los estudios cada vez tengo menos tiempo para leer, pero sigue siendo mi afición favorita y mi lugar seguro,  por eso siempre saco tiempo de dónde haga falta. Es verdad que durante el curso escolar, con las lecturas obligatorias y los exámenes leo menos de lo que me gustaría, pero en verano siempre recupero el ritmo para poder tachar varios títulos de mi lista de lecturas pendientes.

Por eso me hace mucha ilusión poder empezar este blog para hablar de algo que para mí es una pasión: los libros, y cómo cada libro puede ayudarte y acompañarte en una situación diferente de tu vida.

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